domingo, 18 de octubre de 2009

"Ahora hay guerras pequeñas en los países pequeños"


La cuestión. La ausencia de conflictos entre las potencias desarrolladas, ¿hacia dónde llevó las guerras?

La respuesta / Guerra en el club de la miseria

Esta segunda entrega de la trilogía en la que Paul Collier resume su trabajo en países pobres, refiere a la imparable violencia política que frena el progreso de muchos países. Precisamente, Guerra en el club de la miseria (Turner, 530 pesos) habla sobre cómo puede desarrollarse la democracia en lugares peligrosos. Collier es uno de los investigadores más respetados del mundo en el tema de países en vías de desarrollo. La mayoría de los Estados fallidos a los que se refiere están en África, por lo que su principal lector es aquel interesado en temas geopolíticos que van más allá de lo que sale habitualmente en las noticias.

Aunque las guerras todavía no han pasado a la historia, hoy se libran en otros lugares. Los países ricos ya no luchan entre ellos, ni contra sí mismos. En los países de renta media, la guerra prácticamente ha desaparecido. Incluso las grandes naciones pobres son bastante seguras: China e India poseen ejércitos enormes, pero llevan más de 40 años sin usarlos para atacarse la una a la otra. Puede que la comunidad internacional no impida la proliferación nuclear -cada vez son más las potencias de tamaño medio que adquieren capacidad nuclear para exhibir su fortaleza en el escenario internacional-, pero, en los últimos 60 años, el llamado primer uso del armamento nuclear se ha convertido en un tabú tan temible que no creo que ningún Estado vaya a violarlo.

Con la llegada de la paz a los países más poderosos, la escala de la guerra se ha reducido: ahora lo que hay son guerras pequeñas en países pequeños.

Con todo, ciertos lugares siguen siendo peligrosos. Por lo general, la violencia es interna: el país en cuestión se desgarra mientras el resto del mundo observa. En ocasiones, la violencia arrastra a otros, sobre todo a los vecinos y, a veces, a la potencia de la región. De vez en cuando intervienen las potencias internacionales, ya sea para impedir que el país se suma en el caos -como en la República Democrática del Congo-, para expulsar un invasor -como en la guerra del Golfo-, o para imponer un cambio de régimen, como en la guerra de Irak. Lo cierto y es un hecho desagradable, es que hay un gran grupo de países pobres y pequeños que siguen siendo estructuralmente peligrosos. Las guerras en el club de la miseria son sucias, brutales y largas. Son las clásicas guerras civiles en las que casi todas las víctimas son los ciudadanos de pie y cuya duración es 10 veces superior a la de las guerras internacionales.

Aunque la incidencia de los conflictos civiles ha descendido, ello se debe a una oleada de acuerdos de paz, pero siguen dándose las condiciones para el estallido de nuevas contiendas. Además, de los conflictos que no se lograron resolver, en 2004 estallaron cuatro nuevas guerras. El panorama mejoró mucho al año siguiente: tan sólo una. Pero tampoco fue un año apacible, toda vez que surgieron ocho nuevos conflictos de menor escala. La guerra volvió con fuerza en 2006, con tres nuevos estallidos.

Para alcanzar el objetivo de acceder al poder no es indispensable que la violencia política adopte la forma de contienda bélica con sus correspondientes "muertes relacionadas con batallas". De hecho, la forma más habitual y eficaz de violencia política suele lograr sus objetivos sin causar ninguna muerte: me refiero al ataque quirúrgico que representan los golpes de Estado.

El Ejército, cuyo cometido es defender a los ciudadanos de la violencia organizada se encuentra, en ocasiones, en una posición inmejorable para perpretar levantamientos. Desde 1945, el mundo ha sido testigo de 357 golpes militares saldados con éxito. Y por cada golpe concretado ha habido numerosos fiascos. En África, el único continente del que existe un registro completo, además de los 82 golpes que se materializaron, hubo 109 intentonas fallidas y 145 tramas golpistas abortadas antes siquiera de ponerse en práctica. Estas cifras representan un promedio de siete levantamientos planeados por país. En muchas naciones, los presidentes tienen más probabilidades de perder el poder a manos de su Ejército que por cualquier otra causa.

Las armas, las guerras y los golpes de Estado han constituido la realidad del club de la miseria, destruyendo sociedades cuyo desarrollo se daba por seguro.

Su combinación ha llevado a la ruina al que en su día fuera el país más elogiado de África, Costa de Marfil, y pone de manifiesto su efecto devastador a lo largo de una década.

¿De verdad importa que la violencia política, en sus diversas manifestaciones, siga siendo la principal vía de acceso al poder? ¿No será que toda esa idea de exportar nuestros valores democráticos a estas sociedades era una ilusión tan reconfortante como vana, y que más vale dejarlas como estaban? Desde luego que importan.

Tres tomos de miseria

Luego de años como alto funcionario del Banco Mundial y asesor del gobierno del Reino Unido, Collier prepara la última parte de una trilogía de investigación sobre las causas y las consecuencias de la pobreza y las guerras.

FUENTE: El país digital

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