jueves, 4 de marzo de 2010

CHILE: El sur devastado por sismo y Tsunami


Catástrofe en Chile. Pueblos costeros de Maule y Biobío los más afectados por sismo y posterior tsunami Dichato evidencia destrucción Quejas por falta de alerta que no permitió evacuar | Catástrofe en Chile. Ayuda demora en llegar a zonas más afectadas de la costa Comienzan a abrir comercios y se inicia el reparto de alimentos en Concepción Temor ante más réplicas

FERNÁN CISNERO

En Santiago | El Pais en Chile
Minutos después del sismo que devastó Chile, una pared de agua avanzó sobre los pueblos de la costa sur que, en el medio de la noche, no esperaban esa ola de destrucción. Dichato, cerca de Concepción, es uno de los testigo de esta tragedia.
La desgracia no tiene un único perfume. En Concepción, una de las ciudades chilenas alcanzadas con más furia por el terremoto del sábado, huele a humo y basura. En la vecina Penco donde la gente insiste en barrer sus calles polvorientas, a tierra. En Tomé es aroma a océano y humedad como si el agua hubiera bajado por sus caminos empinados. En Dichato, la desgracia huele a océano. Y a muerte.
En este balneario del Pacífico, bien al sur de Santiago, fue donde más daño hizo la secuela del terremoto, un tsunami sobre el que se dieron informes confusos que llevaron a que muchos habitantes decidieran volver a sus casas. El 80% del pueblo quedó devastado, y de la furia de esa ola gigante dan testimonio barcos aplastando casas que están a un kilómetro de la costa, un camión en lo alto de un cerro, un container en medio de un bosque, casas que terminaron obstruyendo calles, autos incrustados en la tierra y 40 cuerpos que los rescatistas intentan sacar debajo de los escombros sin esperanza alguna. Dichato murió a las 4 de la mañana del sábado cuando lo cubrió el océano.
Aquí, en la región más devastada por la explosión sísmica que ha dejado a Chile a medio camino entre la vergüenza (los saqueos es algo que nadie puede evitar mencionar) y el orgullo de la solidaridad, el principal sentimiento es la angustia. Aunque Concepción empieza a vivir algo parecido a una normalidad con la presencia de la soldadera, la llegada de alimentos y la vuelta de los servicios, el miedo latente de que todo vuelva a empezar, sigue marcando la atmósfera de la ciudad. Y en el resto de la región el alivio recién está empezando a llegar.
"La situación sanitaria está al límite", dice uno de los practicantes bien jóvenes de la Universidad de Concepción que se acercaron a Dichato. "Ya tenemos algunos casos de niños con diarrea".
No queda mucho de Dichato, la ciudad más golpeada por el tsunami. Hay algo de imagen congelada en el ambiente que apenas pueden alterar los socorristas, bomberos y soldados que recorren los escombros buscando a los 40 cuerpos que aún están allí abajo. Ayer no encontraron ni uno. Un enorme container rojo que funciona como morgue está vacío; es el nuevo destino de los cuerpos después que prefirieron que la iglesia dejara de funcionar como alojamiento. Por ahora los muertos son 17.
Más allá, un millar de personas perfectamente ordenadas a prepo militar, van a buscar las provisiones que por fin les envía el gobierno y que están siendo repartidas en una cancha de fútbol que ni siquiera alcanza la categoría de potrero. Está vez el reparto funciona. El martes la multitud se abalanzó contra los soldados que nunca pasan de los 20 años y en general son menudos. El surtido incluye carne brasileña en polvo y un refresco de marca inédita para extranjeros.

De telón de fondo, la apocalíptica escenografía de maderas, escombros y chapas que se confunden con barcos, autos, colchones, televisiones y todo lo que hacía la rutina doméstica de los habitantes de Dichato. Ahora no tienen nada, y los vecinos ni siquiera buscan sus cosas ni hurgan en la montaña de despojos. Simplemente sortean el obstáculo. Y no parecen sentir el olor que lo impregna todo y contra el que los barbijos resultan una coquetería innecesaria.

Más allá, la playa es otra colección de objetos desparramados que se golpean flotando contra la orilla. Un helicóptero de la Armada transporta a tierra 60 toneladas de alimentos para distribuir en la ciudad.

"El terremoto no destruyó nada", dice Hernán, un hombre de pelo blanco y bastón con el que señala los restos de su restaurante de playa. "Fue la ola la que nos destrozó". Parece resignado: sabía lo que iba a pasar cuando el sábado a las cuatro de la mañana vio como el mar se retiraba unos 100 metros como tomando el impulso para invadir la tierra. Consiguió huir y aunque su comercio está destrozado, su chalet, un poco más arriba quedó extrañamente intacto entre tanta destrucción. "Ahora todos me envidian", dice con una sonrisa tragicómica.
Muchos en Dichato culpan a la Armada por la irrupción del mar en sus vidas. El gobierno fue titubeante en avisar lo que se venía e incluso descartó oficialmente que se viniera un tsunami. Muchos confiaron en eso y, después de haber huido al cerro, volvieron a sus casas; fue una muy mala idea.

La sensación de desconfianza quedó en evidencia ayer a la tarde cuando tras una réplica de 5,9 grados, se lanzó un alarma de tsunami. Los bomberos anunciaron por altoparlantes que los que estaban en la parte baja de la costa la abandonaran inmediatamente. La desesperación ganó la ruta que une Dichato con Concepción, las familias corrían e intentaban detener los autos para que los llevaran. Cuando al rato por los mismos altoparlantes se anunció que era una falsa alarma, muchos prefirieron esperar un rato más e incluso descifraban señales del océano. "Yo por las dudas me quedo", dijo un habitante de Tomé.

Un día tranquilo. El toque de queda, que de martes a miércoles fue de 18 horas, da una idea de calma que los vecinos de Concepción agotados de tantos malos ratos, saben agradecer. A las 10 de la mañana, dos horas antes de que se vuelva a abrir la ciudad, las calles están vacías. En realidad no tanto como uno podría imaginar. Hay mucha gente en la puerta de sus casas como esperando algo, otros desafían la medida recorriendo las calles en busca del agua que dejó de salir de sus canillas con el sismo.
Las esquinas están obstruidas por piquetes de vecinos que se protegen de los vándalos que le han dado a la ciudad una mala reputación. Y en todos lados hay soldados, cientos de soldados, reclamando los salvoconductos que permiten circular durante el toque de queda. Después de los ataques a los supermercados, la autoridad recayó en los militares y los vecinos están agradecidos. "Ahora sí se está tranquilo", dice Zulma en la puerta de su casa. Después del temblor se negó a abandonar su casa por temor a que le saquearan el kiosco improvisado en su living.
Al mediodía, las calles de esta ciudad de un millón y medio de habitantes, se llena mágicamente de gente. Se ha anunciado que los supermercados volverán a tener mercadería y todo Concepción se agolpa en sus puertas. Se hacen largas colas escoltadas por una decena de soldados. La misma escena se repite en las estaciones de nafta, donde filas de hasta cinco cuadras de autos y peatones esperan por su bencina, peculiar localismo para referirse a la nafta.

Un convoy de unos 20 camiones entra los víveres a una ciudad que lo mira pasar como presintiendo que lo peor ha pasado. Se ha dicho que solo se venderá a quienes se mantengan ordenados, y la gente de Concepción no está como para sortearse ese requisito. Se los nota cansados, hartos de la violencia que dominó la ciudad. A cuatro días del terremoto están deseosos de buenas noticias.
Las mismas escenas de rostros cansados y casas destruidas, se repiten con mayor o menor dramatismo en toda la zona que rodea al epicentro del terremoto. A la salida de Penco, una ciudad con aspecto muy humilde, un grupo de carpas asemeja a un campo de refugiados. Hay mucha destrucción y en el camino se van pasando casas que han quedado con la intimidad de sus habitaciones a la intemperie. Hay mucha tierra seca y mucha gente haciendo dedo para intentar salir de allí; los conductores solo se detienen si un carabinero o un soldado le exige que traslade a alguien. En Tomé, otro territorio devastado, es lo mismo.Pero nada se compara con Dichato. Y ese olor parecido al de la muerte. O al del océano que el sábado de noche fue más o menos lo mismo.

Bachelet: daño generalizado tras el sismo

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, dijo ayer que son muy extendidos los daños causados en la actividad económica por el sismo y el tsunami que el sábado dejaron unas 800 personas muertas, y reconoció que "las tareas de reconstrucción serán enormes".

La mandataria mencionó que el puerto de Huachipato "quedó inutilizable" mientras que "la agricultura, el comercio y el turismo fueron sectores duramente golpeados, en el borde costero del Maule y Biobío, así como la minería, la industria y la construcción". Mencionó también parálisis en plantas madereras, pesqueras y siderúrgicas. "Es el momento de ponerse de pie y reconstruir las zonas devastadas", dijo.

Bachelet sostuvo que primero se debe atender la emergencia y el drama de miles de familias por haber perdido todo lo material, incluso seres queridos, no se debe sumar el drama del desempleo. "No tengo dudas de que más allá de todas las iniciativas que este gobierno y el futuro tengan al respecto, el sector privado afrontará el compromiso", indicó.

Por otra parte dijo que no se van a tolerar los pillajes. "Nadie puede argumentar que llevarse un televisor plasma o un refrigerador es un acto de sobrevivencia. Es vandalismo", advirtió tras movilizar 14.000 militares. AFP

Las cifras
5,9 En escala Richter, una de las réplicas que se sintió ayer y desató el pánico en la región costera, con falsa alerta de tsunami.

802 Es la cantidad de víctimas mortales que dejó el terremoto y el posterior tsunami, la mayor parte en Maule y Biobío.

"El sismo parecía no terminar nunca", dijo Larrañaga

Un fuerte estruendo despertó de golpe al senador nacionalista Jorge Larrañaga el sábado de madrugada, cuando dormía en una habitación del Hotel Montecarlo, sobre la costa de Viña del Mar. Todo se empezó a caer en la habitación de Larrañaga, que intentó actuar con tranquilidad, pese a que casi no podía mantenerse en pie. "Fue una conmoción. Se caían las lámparas, se movía el televisor, los vasos, las botellas, se movía el edificio en un sentido transversal", contó a El País el senador de Alianza Nacional que en forma instintiva se colocó debajo del dintel de una puerta y se sujetó a las paredes.

"Yo siempre reacciono con tranquilidad en situaciones de peligro, aunque el terremoto parecía no terminar nunca. No es ser más o menos guapo, es una condición que tengo", dijo.

Ya en los pasillos, Larrañaga intentó poner calma y habló con otros huéspedes del hotel "para que no se retiraran", ya que el edificio había soportado los dos minutos y treinta segundos que duró el temblor. Frente al edificio, que se quedó sin luz eléctrica y agua potable, explotó una cañería de gas y hubo un enorme incendio. "Igual mucha gente abandonó el hotel y se fue a la calle. Los celulares no funcionaban y el sistema de comunicaciones colapsó", relató Larrañaga.

El senador tenía vuelo para ese día, pero al final regresó a Uruguay en un avión Hércules de la Fuerza Aérea, que viajó desde Montevideo para llevar ciudadanos chilenos.

FUENTE: El País Digital

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