domingo, 14 de marzo de 2010

URUGUAY: "Estigmatizar al suicidio, no al suicida"


En Uruguay, la poca formación e información lleva a un mal abordaje del paciente.

Paula Barquet

Cuando Silvia Peláez era médica practicante, le indignaba el desprecio de sus colegas hacia quienes habían intentado suicidarse. "Tenés un loco en tal cama", le decían. O le susurraban: "qué ganas de llamar la atención". Comenzó a interesarse por esos pacientes, las "ovejas negras de las guardias", en sus palabras. Estudió Suicidología en Suecia y se encargó de la ONG Último Recurso. Gracias a su trabajo, el XVI Congreso Mundial en Prevención de Suicidio se realizó en Uruguay (en octubre de 2009), y contó con la presencia de 600 expertos.

-¿Cuántos suicidios hay en Uruguay?

-De uno a dos por día. En 2002 se dio un aumento y dejamos de estar en la tasa media del mundo para pasar a estar en la alta. Igual es interesante ver cómo la zona oeste de Montevideo aumentó su tasa antes de 2002, porque implica que las vulnerabilidades históricas y culturales de esa población son suicidógenas. Último Recurso fue creada hace 21 años por los sacerdotes franciscanos, que sirven a los más pobres. Es decir, vieron que los más pobres se estaban matando.

-¿El suicidio se asocia a la pobreza?

-Si bien no tiene clase social, suele asociarse a la pobreza y a la baja escolaridad. Pero hay que ver, porque en otros lugares se asocia con otra cosa.

-¿Qué lugar ocupa Uruguay en el mundo en cuanto a tasa de suicidio?

-Es un mito que Uruguay es uno de los de más alta tasa de suicidio del mundo; sí ocupa uno de los primeros lugares en Latinoamérica. Pero quebrando una lanza por Uruguay, el trabajo de nuestros forenses es correcto. Tenemos un buen registro en comparación con otros países latinoamericanos que no se ocupan de hacer los diagnósticos y estadísticas correctamente. En Uruguay solamente el forense puede hacer el certificado de defunción y no se le puede pedir que mienta.

-¿Qué atención se le da a la persona que expresa la intención de suicidarse?

-La ONG tiene una línea de crisis y siempre busca un encuentro personal con la persona. No se hace terapia telefónica. Lo telefónico busca contención y en el encuentro personal se lleva a cabo una terapia de entre tres y seis sesiones. Disuelta la situación de riesgo de suicidio, se busca una estrategia a largo plazo que depende de cada caso. Además tenemos puestos centinela en la zona oeste de Montevideo, en Castillos (Rocha) y recientemente en Nueva Palmira (Colonia). El fin es justamente ser centinela de la prevención de suicidio. La persona en lugar de llamar por teléfono, va directo al puesto centinela. Los planes son financiados por cada intendencia, y en Colonia también por el Inau.

-¿Cuál es el criterio para elegir esos lugares y qué resultado han tenido?

-Son zonas desde las que nos llaman las comunidades porque tienen altas tasas de suicidio con respecto a otras. En Casabó hubo una franca disminución. En Castillos las autoridades dijeron que desde marzo de 2009 no hubo suicidios.

-¿Cuánta gente los consulta?

-Recibimos de tres a cuatro llamados por día. Cuando aparecen notas en prensa eso se triplica, lo que demuestra que la prensa es un elemento de prevención. A los puestos centinela normalmente van 15 personas por día, pero no todos están en riesgo. Algunos ya los disolvieron y continúan el tratamiento o seguimiento.

-Generalmente los comunicadores creen que es mejor no hablar de suicidio.

-Es un mito. No sólo se puede: se debe hablar de suicidio, pero de una manera responsable. No lo digo yo, lo dice la Organización Mundial de la Salud.

-¿Qué se debe evitar decir?

-"El tiro fue exitoso" o "tal, que fue un genio, murió enojado con tal y tal". Mejor sería: "lamentablemente, un hombre solidario muere de una forma que no está a la altura de lo que fue su vida". O sea, hay que estigmatizar al suicidio, no al suicida. Dejar claro que en esa acción la persona se equivocó. Tratar de no contar de qué forma se suicidó porque eso da malas ideas.

-¿Qué dice alguien que llama porque se quiere suicidar?

-Llama llorando, angustiado, habla de forma entrecortada, desesperado, diciendo que se va a matar si no lo ayudan. O dice nomás que se va a matar, y que llama para informarnos, pero en realidad no se suicida. En la ONG casi no hemos tenido suicidios. El operador telefónico intenta convencer a la persona de que no se mate. El que comete suicidio no quiere morir, sino dejar de vivir así.

-Pero el que llama tiene ciertas dudas, ¿no? Es decir, a los que están convencidos no se les ocurre llamar...

-Claro, pero la persona que no lo consulta generalmente ya lo consultó, y dio señales que no fueron leídas. Los parientes o amigos no tienen la obligación de saber. A veces angustia tanto el tema que no se toma en serio y se piensa que la persona está diciendo disparates. No es por maldad. Y es una de las peores cosas que se puede hacer, porque no dar crédito indirectamente es estimular el suicidio.

-¿Cuántas personas saben de Suicidología en el país y dónde se forman?

-Las personas que trabajan con nosotros son entrenadas y formadas en Suicidología. Serán ocho o 10... Fuera de Último Recurso no hay nada. Inclusive en la currícula de Facultad de Medicina, Psicología o Sociología no figura. Ahora apareció en la Licenciatura de Enfermería.

-¿Los médicos no estudian el tema?

-No, esa fue una de las conclusiones del Congreso: los médicos deben formarse en Suicidología porque están en la asistencia primaria. Hay muy poca información y nada de formación. Los médicos, inclusive los psiquiatras, se siguen manejando con criterios perimidos. Le preguntan al paciente: "¿usted rectifica el gesto suicida?" Si responde que sí, le dan el alta, cuando en realidad deberían evaluarlo ellos mismos. Sucede todos los días en las guardias.

FUENTE: El País Digital

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