viernes, 21 de enero de 2011

Trastornos típicos de épocas de calor

Los niños y ancianos son más propensos a enfermarse | Las diarreas en lactantes son más frecuentes y graves
Eduardo Casanova

Si bien la estación estival facilita la vida al aire libre y la práctica de ejercicios, estos aspectos pueden verse comprometidos por otros nocivos, derivados del exceso de calor y la exposición solar.

Es ya conocida la necesidad de proteger la piel con filtros solares adecuados a la sensibilidad de cada uno, evitando de este modo tanto las quemaduras como el efecto acumulativo y cancerígeno de la radiación ultravioleta. Sin embargo, existen otros efectos causados por el calor, que sobre todo ocurren en niños y ancianos, que pueden ver afectada su salud, fundamentalmente si ya existiese handicap por diferentes patologías previas.

Quienes padecen de hipertensión arterial, que tienen indicada una dieta hiposódica, y a menudo utilizan fármacos natriuréticos, es decir que inducen la diuresis de sodio, por efecto del calor y el sudor, pueden ver potenciado el balance negativo de sodio, dado que a la restricción de su consumo, la sudoración copiosa puede incrementar las pérdidas urinarias. De este modo el descenso exagerado de sodio en sangre (hiponatremia), puede ocasionar patologías agregadas. Esto no quiere decir que los hipertensos hayan de modificar su dieta o su medicación, sino que han de evitar las altas temperaturas y la práctica de ejercicios físicos a las horas de mayor intensidad solar.

De modo similar, el calor puede potenciar el efecto de fármacos vasodilatadores, utilizados en pacientes con patología cardiovascular. En estos casos es frecuente observar en el verano que algunos enfermos sufran descenso de sus cifras tensionales, con lipotimias, debido a una potenciación del efecto vasodilatador farmacológico con el efecto térmico.

En pacientes añosos, en quienes puede estar alterado el mecanismo de la sed, los efectos vasodilatadores del calor sumados a un déficit de hidratación pueden sumarse para descender las cifras tensionales y agraviar con ello a un cerebro ya comprometido en su perfusión por una arteriosclerosis propia de la edad.
Ello puede hacerse crítico en casos en que la deshidratación sea mayor por el uso de diuréticos y la vasodilatación por efectos farmacológicos. Los hipertensos deben controlar más en verano sus cifras tensionales, y si comprueban que son más bajas de lo habitual deben consultarlo.

La patología infecciosa es el otro presunto enemigo estival, que amenaza a la mucosa digestiva. Así como en el invierno las infecciones se transmiten por el aire, en el verano lo hacen por el agua y por las manos.
En la temporada estival el tapaboca debe sustituirse por el lavado frecuente de las manos y por el cuidado en la higiene de los alimentos, bebidas y utensilios para comer y beber.

Las diarreas en lactantes son más frecuentes y graves en verano, y en ancianos puede empeorar la situación previamente descrita.

Prevenir las diarreas supone, sobre todo en los lactantes, un extremo cuidado en la preparación de las mamaderas y todos los alimentos manipulados, con un lavado escrupuloso de las manos antes de hacerlo y al darles de comer.

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José Mazzini 2957
FUENTE: El País Digital

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