jueves, 19 de noviembre de 2009

El hambre y la solución

Editorial "El País"
La cifra impacta. Mil millones de personas en el mundo pasan hambre hoy según la FAO. Número que hace abrir los ojos, en un planeta que, entrado el siglo XXI, parece vivir en un mundo futurista de internet, turismo espacial y clonaciones varias.

Claro que cuando uno ve las reacciones de algunos líderes mundiales no sabe que es más indignante, si la situación en sí, o la postura del establishment político. Desde agencias de prensa que erran en el encuadre (dijeron que en 1996 había 400 millones de hambrientos cuando en realidad eran 800, según el mismo informe), hasta presidentes con chapa de "progresistas", como Lula y Bachelet, que aprovecharon la ocasión para bajar línea política con declaraciones como que "los líderes mundiales no vacilaron en gastar miles de millones para salvar bancos, cuando con la mitad se hubiera erradicado el hambre". Un infantilismo hipócrita, ya que ellos saben perfectamente las consecuencias de no haber actuado y alguno tiene experiencia personal en salvar bancos. A menos que ahora se hayan afiliado a los "neoliberales" que clamaban por dejar caer a las instituciones ineficientes.

Pero este dato permite dar una mirada al tema acuciante de la pobreza, en momentos en que la forma de encarar ese desafío se encuentra más en discusión que nunca. Antes que nada, y contra las visiones apocalípticas, los últimos 20 años han sido el período histórico donde más se ha reducido la miseria. De acuerdo a datos de ONU, la pobreza mundial ha caído más en los últimos 50 años que en los 500 anteriores. También es verdad que ese proceso ha tenido un freno en los últimos años, debido al aumento del precio de los alimentos, sobre todo por la demanda de China e India y el fenómeno de los biocombustibles. Lo que está claro es que el tema se ha regionalizado, y ante las mejoras en Asia y partes de Latinoamérica, la crisis se ha enquistado en África. Allí es que difieren las teorías en cuanto a como solucionarlo.

Por un lado están los partidarios de la ayuda exterior. Intelectuales como Jeffrey Sacks quien ha impulsado el "Proyecto del Milenio", acompañado por personajes como Bono o Bill Gates, que en base a un aumento de la ayuda internacional, y el perdón de las deudas de países pobres, pretende bajar a la mitad la pobreza global para 2015. Según su visión este proceso ya está dando frutos, y sostienen que hay 18 naciones "no petroleras" de África que han crecido a un promedio de 5,5% en la última década, gracias a los beneficios de su paquete de ayudas.

Pero hay otras visiones. La polémica columnista del Wall Street Journal, Mary Anastasia O`Grady, decía hace poco que mientras el hambre sigue azotando al mundo, en 2008 el total de ayuda para el desarrollo por parte de la OCDE fue de US$ 119.800 millones, la cifra más alta jamás registrada. Se trata de una visión que, siguiendo las teorías del célebre profesor Peter Bauer, sostiene que la ayuda no es efectiva para combatir la pobreza, y que solo genera ineficiencia y corrupción.

En esa línea, otro artículo publicado hace poco por el Instituto Cato mostraba que entre 1975 y 2005, cada africano recibió por concepto de ayuda externa casi US$ 25 al año, comparado con 1,50 que recibió cada chino. En el mismo período los ingresos de los chinos crecieron más de 800%, mientras que el de los africanos cayó 5%. Destaca además un estudio de la Universidad de Oxford que esa ayuda suele ser desviada con otros fines menos "puros", y calcula que un 40% del gasto militar en África se ha financiado con dinero de ayuda internacional. Los críticos del efecto de estas ayudas sostienen que sería mucho más eficiente promover procesos de liberalización económica e integración comercial, que a la larga son más efectivos para reducir la pobreza. Señalan que no es casualidad que la miseria se haya concentrado en África, la región que muestra mayores índices de proteccionismo y falta de libertad económica del planeta.

Y si no basta volver al amigo Lula, cuyo país es el nuevo "ejemplo" global de como superar la miseria y convertirse en potencia. Y no lo hizo en base a ayudas, sino a políticas económicas serias. Controló la inflación y el gasto público, dio independencia al Banco Central, respetó los procesos de privatizaciones y recepción de inversión extranjera que había comenzado Cardoso. Con esa "receta", según los últimos cálculos, para 2014 Brasil se habrá convertido en la 5a. economía del mundo, superando a Gran Bretaña y Francia.

Pero cuando se escuchan los discursos de Lula, parece que la fórmula para crecer es "haz lo que yo hago, pero no lo que yo digo".

FUENTE: El País Digital

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